Episodio 163: Pocho Álvarez

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Pocho Álvarez es, desde mi punto de vista, la más relevante figura del cine ecuatoriano contemporáneo. Digo esto porque no encuentro alguien que se haya comprometido tanto con hacer que el cine tenga un propósito de cambio social, o por lo menos de llegar a concientizar al público de la verdadera dimensión del país en donde vivimos. Habrá cineastas más populares o más virtuosos técnicamente, que son profundamente admirados por mí, pero Pocho Álvarez es el que me conmueve permanentemente porque me hace sentir que, quizás, el cine sirve para algo.

Arrancó joven. Lo conocí joven. Yo era un niño cuando empezó a venir a nuestra casa. Su larga cabellera, su vestimenta siempre negra no me impresionaron tanto como el libro de fotografías suyas (y escritos de Jorge Adoum), “Imágenes de un pretérito presente” que dejó en casa. El libro –profundo, doloroso, impresionante– me acompañó en la infancia. Me hizo notar que yo vivía en un puesto privilegiado y que allá afuera había hambre y miedo. Y que había que hacer algo. Años después, sus lágrimas cuando mi padre –uno de sus mejores amigos– falleció, me llegaron casi como la muerte misma.

Pocho ha hecho decenas de películas, todas importantes. Su cine vale varias retrospectivas. El potente gestor cinematográfico Paúl Narváez ha hecho la curaduría de una, que se inaugura mañana en el marco del festival EDOC. Son diez películas y una muestra de fotografías –precisamente del libro de marras– que ningún ecuatoriano debería dejar de ver, acaso, por mera curiosidad de las cosas que pasan y no se dicen.

Hoy presento una entrevista de larga duración, que abarcará todo el programa. Nos hemos sentado en el bello restaurante PUKA, bien atendidos por Juan Martín, y hemos grabado esta conversación que presento hoy.