12 DE JULIO: LAVOE

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Lo ví en una de sus últimas presentaciones, en la ciudad de Filadelfia, en 1991. Entró al escenario en silla de ruedas, completamente confundido –no parecía saber en donde estaba–. A su dentadura le quedaban apenas unas pocas piezas, su rostro estaba demacrado, hinchado por las medicinas o las drogas. La precaria banda que le acompañaba empezó a entonar los acordes de su tema símbolo, “El cantante”, pero él apenas balbuceaba la letra. Unos cuantos temas más intentó cantar, el ambiente en el club nocturno donde se daba este espectáculo lamentable y obsceno se oscureció. Sin gloria, sin dignidad, Héctor Lavoe salió del escenario casi desmayado; el público quería su dinero de vuelta.

Dos años después, hace exactamente veinte años, Héctor Lavoe finalmente murió. Su vida fue una sucesión de tragedias, una larga lista de contrariedades, una vida apenas adornada por unos fugaces momentos de fama y admiración colectiva. Todos se aprovecharon de su espíritu gracioso, de su candor de jibarito. Su historia es la del talentoso artista, echado a perder por el sistema de las estrellas; sus caminos fueron los de la melancolía, los del abuso de todo –alcohol, drogas, mujeres, comida, trabajo. Y cómo en vida fue despojado de todo, solo cuando murió la gente lo recordó. Pasó los últimos cinco años de su vida postrado, solitario, abandonado. Cuando él necesitaba ayuda, nadie le ayudó. Cuando murió, en cambio, todos se entregaron a él.

Héctor Lavoe cantó Salsa. Hubo otros mejores que él, pero Lavoe poseía carisma. Estuvo en el tiempo y el lugar exacto: Nueva York de los años setentas, cuando la Salsa tuvo un “boom” con el cual pudo expandirse hacia toda América Latina, en especial Centroamérica, Colombia, Venezuela y Perú. Las estrellas de la Salsa se convirtieron en fenómenos internacionales. Lavoe era el cantante de la banda de Willie Colón, y fue relativamente popular. Algunos álbumes se vendieron muy bien, pero ni las corporaciones discográficas –como Fania Records– ni el líder de la banda, Colón, le pagaron el dinero ofrecido. Esa sería la tónica de toda su vida artística. Estadios llenos, presentaciones fastuosas, poca plata. Cuando, en un momento del año de 1980 tuvo un hit inigualable, gastó sus ganancias en drogas. Quería escapar de esa vida inestable para pasar a otra más que inestable, caótica. Se enganchó duro en drogas fuertes, y empezó a tener problemas con su familia; su voz no fue ya la misma, su estado de ánimo dejó de ser gracioso. A los recitales llegaba varias horas tarde, o no llegaba. Colón le despidió de su banda. Su padre –muy querido– falleció en Puerto Rico, su tierra natal. Pronto, su hijo murió con un balazo que le reventó el pecho. La ventas de sus discos bajaron. Fue explotado, otra vez, por los corporativos de las disqueras que le grabaron sus músicas por migajas. El 26 de junio de 1988, desde el décimo piso del Hotel Regency de San Juan, Lavoe decidió terminar sus días. Desde allí se tiró, y en el aire apenas pudo cerrar los ojos. Ninguna imagen del pasado se atravesó por su mente. Tuvo muy mala suerte. Cayó sobre unas carpas instaladas en el primer piso. Quedó paralítico.

El fin fue cruel. Desde su silla de ruedas continuó abusando de las drogas. Contrajo SIDA desde unas jeringas contaminadas. Su final fue lento y por allí volvieron a rondar las sanguijuelas que le convencieron hacer una gira por la costa este de los Estados Unidos. Le pagaban poca cosa, lo suficiente como para seguir drogándose. Hasta que un día, ya sin poder respirar, sumido en la soledad de un cuarto hediondo de Queens, murió.

Allí comenzó, realmente, la vida de Héctor Lavoe. Allí se hizo muy famoso, con su muerte. Allí empezó a ser la leyenda que, cosas de la vida, no termina todavía. Reediciones, camisetas, box-sets, conciertos de homenaje, y hasta una película lamentable, protagonizada por Marc Anthony y Jennifer López han fraguado su fama post-mortem.

Más vale recordarlo como el grácil cantante, como el hombre de sangre liviana, como el fiel representante de un pueblo, el pueblo puertorriqueño, cuyo destino está permanentemente ligado al montuno que Lavoe interpretó tan bien.

Héctor Lavoe, La fama
Héctor Lavoe, Songorocosongo
Willie Colón & Héctor Lavoe, Abuelita
Willie Colón & Héctor Lavoe, Juana Peña
Héctor Lavoe (Louis Vega Remix), Mi gente
Willie Colón & Héctor Lavoe, Canto a Borinquen
Willie Colón & Héctor Lavoe, Pa’los pueblos
Willie Colón & Héctor Lavoe, Aguanile
Willie Colón & Héctor Lavoe, Vo So
Willie Colón & Héctor Lavoe, Ghana E’
Willie Colón & Héctor Lavoe, Triste y vacía
Willie Colón & Héctor Lavoe, No me llores más

Este capítulo de TAN LEJOS TAN CERCA se emite en vivo este VIERNES 12 DE JULIO, de 12:30 a 14:00 (hora de Ecuador); 17:30 a 19:00 (GMT); por Distrito FM 102.9 y en este mismo sitio web se puede escuchar en vivo, diferido, a cualquier hora después de su primera emisión, así como todos los programas anteriores. Imagen: Lavoe con su esposa, Puchi, 1982.

Escuche aquí: Lavoe

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