Recuerdo haber visto por primera vez el filme “Salvador Allende” del gran documentalista chileno Patricio Guzmán en el gran palacio del Festival de Cannes, donde la película se presentaba en la selección oficial. Recuerdo haber llegado con altas expectativas, al fin y al cabo Guzmán es uno de mis directores favoritos y Allende uno de los personajes históricos más importantes del continente americano. Recuerdo haber visto con estupefacción la tensa narrativa, recuerdo haber derramado cientos de lágrimas al constatar como una persona tan solidaria y tan generosa como Allende tuvo el fin que tuvo. Ahora, que se cumplen 40 años desde ese grotesco día de 1973 cuando se produjo el golpe de estado en su país, Chile, vuelvo a recordar esas imágenes y esos sonidos. Vuelvo a recordar la vida del gran Salvador Allende Gossens.
Volver a repetir las muchas virtudes de una vida pública iluminada como la de Allende sería vago ahora mismo. Su rostro y su legado han sido copiosamente vistos a lo largo de estos cuarenta años de su inmortalidad. Pero hay un rasgo de su personalidad que en estos días ha vuelto a revelarse en mi: su don de gentes. Allende era un tipo que decía lo que pensaba, y aun así era gentil con todos. Era una persona de fuertes pensamientos, de revolucionario proceder, y aun así nunca descalificó a alguien que no merecía su descalificación. Allende era un líder carismático y extraordinariamente efectivo con las clases populares, y por esas mismas razones nunca ofendió a un obrero, jamás perdió en control frente a su gente. Él sabía que debía ser no un mártir, pero si un guía. Él sabía que debía ser un ejemplo para su país, y por eso nunca fue violento, ni aludió a sus condiciones varoniles para imponerse sobre los demás. Allende entendía que la primera magistratura de su país era una cosa grave, era una situación de vida o muerte en la que el bien común, no el ego personal, estaba por delante. Sus gritos no eran destemplados. Su corbata jamás abandonó su cuello.
Se que las comparaciones no caben aquí; que la realidad del tiempo y la distancia son obvias. Pero creo también que los líderes políticos de este país deberían, si sus entendederas lo posibilitaran, aprender un poco de Allende. Aprender que no es más hombre el que provoca la violencia sino el que la evita. Que para llegar a las máximas aspiraciones del país –la justicia, la igualdad y la paz– quizás se debe proponer la civilidad. Que se puede derrotar a los grandes enemigos de ese país –la oligarquía y la corrupción, la ignorancia y la codicia– desde una altura moral, desde un semblante que irradie confianza.
A Allende, por supuesto, la muerte le impidió completar su gran idea de socialismo sin guerra; de justicia sin sangre. Escucho ahora las decenas de canciones que se han hecho por toda América Latina sobre Allende, sobre el golpe de 1973, sobre la solidaridad con Chile. La mayoría me parecen vacías, llenas de lugares comunes. El grueso de las canciones “protestas” de esas épocas me cuestan. Me parecen llenas de panfleto y carentes de poesía. Algunas, pocas, en cambio me parecen que han estado a la altura de la situación y del personaje. Son estas.
Francisca Valenzuela, Salvador
Sting, They Dance Alone
Silvio Rodríguez, Santiago de Chile
Silvio Rodríguez, El necio
Eva Ayllón, Deja la vida volar
Danilo Pérez, Gracias a la vida
Victor Jara, La carta
Victor Jara, Canción de cuna para un niño vago
Inti Illimani, Canto de las estrellas
Daniel Viglietti, Por todo Chile
Astor Piazzolla, Salvador Allende
Astor Piazzolla, Llueve sobre Santiago
Pablo Milanés, A Salvador Allende, en su combate por la vida
Soledad Bravo, Yo pisaré las calles nuevamente
Este capítulo de TAN LEJOS TAN CERCA se emite en vivo este MARTES 10 DE SEPTIEMBRE, de 12:30 a 14:00 (hora de Ecuador); 17:30 a 19:00 (GMT); por Distrito FM 102.9 y en este mismo sitio web se puede escuchar en vivo, diferido, a cualquier hora después de su primera emisión, así como todos los programas anteriores. Imagen: Allende por Costa Gavras.