Capítulo 62: Después de vivir un siglo

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Mirar la vida de Violeta Parra en retrospectiva –ahora que se cumple su centenario– es una experiencia reveladora. Durante mucho tiempo, he pensado que Violeta Parra fue una víctima, en la vida y luego de su muerte. En vida fue incomprendida, vilipendiada y reconocida solo como una artesana menor, una escritora de versos y una compiladora de material folklórico. En la muerte, su imagen fue sepultada por la dictadura de Pinochet y utilizada, por las izquierdas latinoamericanas, en un perenne festival lagrimoso y panfletario. Poca justicia se le hacía a una mujer adelantada a su tiempo, eminentemente caótica y libre, que escribió algunos de los clásicos de la música sudamericana de su tiempo, y que, ya lo vemos, sobreviven hasta ahora con mucha fuerza.

Su centenario, sin embargo, quizás sirve para verla en su verdadera dimensión. Violeta Parra, nacida en un pequeño pueblo del centro de Chile, se pasó la vida investigando el corazón de la música y del arte popular de su país. Ella es, en realidad, ante todo, una folclorista que entendió que la música y las costumbres son una experiencia viva, moldeable y transformable. Que el “folclor” no debía congelarse en una campana de vidrio, apto apenas para su preservación. Que la “tradición” es algo que está en permanente redescubrimiento y reinvención. Esto, naturalmente, chocó con lo establecido, que operaba desde una visión de mera preservación patrimonial de las tradiciones, que pretendía solo musear unas vidas y unas culturas que en realidad estaban en permanente evolución y cambio.

A través de sus investigaciones, Violeta Parra afinó su perspectiva como compositora e interprete. Su música se basa en las decenas de posibilidades de la música tradicional chilena, pero adaptada a sus propias expectativas y vivencias. Su poesía tiene que ver con circunstancias históricas y sociales, con la realidad de vivir en un tiempo de utopía, pero a la vez es “una peripecia que establece un puente entre lo campesino y lo urbano, entre la tradición y lo moderno, entre el

folclor y la música comprometida”, escribe Bernardo Subercaseaux, investigador chileno. Su canto es un canto nuevo, inédito en la tradición de su país; es un canto indígena y a la vez mestizo, de gran evocación a la naturaleza, incorporando todo el sentido de cada palabra dicha, y es también un canto de amor, sobre todo del amor perdido y desencajado. Ella entendía que “la canción es un pájaro en libre vuelo, que jamás volará en línea recta”.

Violeta Parra era una mujer inconforme con la dominación masculina, y tomó acciones profundas y esclarecedoras. Se negó a formar una familia tradicional tan pronto dejó de amar a sus parejas. Se separó de ellas en un país donde el divorcio no era legal. Gestó y peleó para cumplir sus deseos más ilusorios, allí donde, para una mujer, era imposible saltarse el rol asignado por el patriarcado. En fin: Violeta Parra debe ser vista como todo un símbolo de la lucha por la igualdad de género.

Cuando vio que su canción se repetía, Violeta Parra se reinventó. Tomo aguja e hilo y compuso textiles iconoclastas y coloridos, y pinturas que insistían su visión del mundo. Nadie en Chile les dio valor, pero si en París, donde expuso en el Palacio de Louvre. Vivió en Europa y encontró un amor. Volvió a Chile, y allí hizo posible uno de sus ideales: construir un centro de arte popular. La “carpa de la reina” estaba emplazada en un barrio alejado, hoy gentrificado, en Santiago de Chile. Ella quería hacer una “universidad del folklore”, un lugar donde cantaban los que no tenían donde, y escuchaban los que quisieran escuchar. Allí pasó sus últimos años. Mortificada de amor –su novio suizo le abandonó– y dentro de su carpa, en la soledad y en el olvido, se voló los sesos a los cuarenta y nueve años de edad.

Es una luz Violeta Parra para la humanidad. Su canción brillante y su temperamento empecinado deben ser siempre recordados. Hay que contar la historia de Violeta Parra a todo el que quiera escucharla. Porque es justo hoy, después de vivir un siglo, donde las huestes retardatarias acechan, cuando su palabra debe ser escuchada.

He seleccionado, para este programa, una docena de canciones de Doña Violeta –excepto una–, cantadas todas por algunos de sus más fieles seguidores.

  • Run Run se fue pa’l norte – Francisca Valenzuela
  • Santiago penando estás – Anita Tijoux
  • Qué he sacado con quererte – Pedro Aznar
  • Casamiento de negros – Milton Nascimento
  • Carta a Violeta Parra – Silvio Rodríguez
  • El gavilán – Sofía Rei
  • Gracias a la vida – Danilo Pérez
  • Volver a los 17 – Araukania Quartet
  • La jardinera – Ángel Parra Trio
  • La carta – Víctor Jara
  • Me gustan los estudiantes – Daniel Viglietti
  • La exiliada del sur – Inti Illimani

Este capítulo de TAN LEJOS TAN CERCA se emitirá el martes 17 de octubre de 2017, desde las 18:30 hasta las 19h50 (GMT-5). Aquí se puede escuchar el programa en vivo desde este sitio web. Aquí se puede escuchar el programa en cualquier momento después de su emisión viva, y todos los programas anteriores.