1. Los niños del futuro
¿Cómo explicar a los niños del futuro, a los que aún no nacen, a los que –como nosotros– le pertenecerán a dos siglos diferentes, quién y cómo y porqué fue Bob Dylan? ¿Podrá su historia contarse en lugares reverdecidos, mirando hacia atrás, hacia un lugar oscuro en donde un día reinaba la violencia y la codicia, y donde este mensajero y cronista trató de hacer de ese mundo uno mejor?
Para empezar, habría que decirles a esos niños del futuro que este hombre, nacido en un pequeño y pobre pueblo del norte de los Estados Unidos, cuando era adolescente, escuchó una nota musical –la de Chuck Berry– y una palabra cantada –la de Woody Guthrie– y que se marchó de su pueblo hacia la gran ciudad, acompañado solo de su guitarra, y que allí cambió su nombre –de Zimmerman a Dylan, en homenaje al poeta Dylan Thomas. Que, con su guitarra y su canción, tocó en pequeños cafés primero, luego en pequeños teatros y luego, cuando su canción se volvió compromiso, empezó a escucharse en todos los rincones del mundo. Habría que hacerles notar que Dylan abrió los ojos y miró de que vivía en un mundo infeliz. Vio que su país asesinaba. Asesinaba a los negros en el sur, a los pobres en el norte, a los vietnamitas en el oriente, y a los latinos en su patio trasero. Y que era imposible para él callar y que por eso sus canciones fueron escuchadas por aquellos que querían escuchar y cambiar al mundo, en un lugar y un tiempo –los sesentas– donde se podía soñar. Tendría que aclararse que lo suyo se llamaba trova, o folk, y que su semblante transformó la música de todo el hemisferio occidental, todo esto antes de cumplir los treinta años de edad. Y que, así mismo, cuando se encontró con Lennon y McCartney, los otros profetas de su tiempo, y al ofrecerles unos graciosos cigarros, terminó por convertir aquellas mentes –apenas muy talentosas hasta aquel momento– en geniales instrumentos que toda la humanidad apreciaría hasta el fin de los tiempos.
También sería necesario transmitir que pronto fue acusado de Judas, de traidor y de corrupto por sus mismos seguidores, por el pecado de cambiar su guitarra de palo por una eléctrica, y que Dylan entonces pensó que la fama y el poder traían inevitablemente indolencia y desidia. Y que no importaba si él dejaba de vender un disco más. Él no claudicaría en ser él y decir lo que piensa.
Los niños del futuro tendrían que escuchar, necesariamente sus canciones y leer sus textos. Escuchar por ejemplo la prolongada pieza dedicada a “Hurricane” Carter, héroe escondido de los afroamericanos, boxeador, encarcelado “por algo que nunca hizo” –canta– y al narrar su biografía, en aquellos cruciales 8 minutos, cuenta también el vicio de su cultura, la pus de su estirpe. O leer el texto, mientras se escucha el tumultuoso arreglo musical de Daniel Lanois –el excelente productor canadiense– de su “Series of Dreams”: “ Pensaba en una serie de sueños / Donde nada llega hasta arriba / Todo queda abajo donde permanece herido / Y alcanza su quietud definitiva / No pensaba en nada específico / Como en un sueño, cuando alguien se levanta y grita / Nada demasiado científico / Sólo pensaba en una serie de sueños”. Es decir habría que oir y leer al mismo tiempo una mirada perspicaz de las cosas que a él le rodeaban, en su comunidad, y a la vez encontrar en él la dimensión más existencial y poética en su vida. Decir, finalmente, que en Dylan se encontraba siempre el estar y el ser.
Quizás con incredulidad habría que narrar que luego de muchos años, en los que todos los días hizo un concierto, y cuando no los hacía era porque estaba grabando un disco; que 40 años después, 36 discos y miles de conciertos más tarde, el hombre continuaría, como si nada, en su “Gira interminable” y haciendo discos como “Tempest”, que de tanto estar, ya son. Habría entonces que repetir que parece ser que la gran lección de Dylan –luego de las músicas y las palabras, las voces y las acitududes, es que solo el trabajo duro, el de todos los días, el que se hace sin esperar más que la propia dicha, que solo ese trabajo puede transformar las cosas meramente simples en cosas que nos den felicidad.
Aquí la lista de temas que incluiré en la primera de dos partes de este capítulo de TAN LEJOS TAN CERCA, dedicados a Bob Dylan:
Duquesne Whistle (del álbum «Tempest»)
Early Roman Kings (del álbum «Tempest»)
Soon After Midnight (del álbum «Tempest»)
Angelina (del álbum «The Bootleg Series»)
I Want You (del álbum «Blonde on Blonde»)
Masters of War (del álbum «The Freewheelin’ Bob Dylan»)
Tangled Up in Blue (del álbum «Blood on the Tracks», versión publicada en «The Bootleg Series»)
Tombstone Blues (del álbum «Highway 61 revisited»)
Forever Young (del álbum «Planet Waves»)
Them & Van Morrison, It’s All Over Now Baby Blue
George Harrison, Mama, You’ve Been on My Mind
Herbie Hancock, Times They Are A’Changin’
Yul Anderson, All Along the Watchtower
Cassandra Wilson, Lay Lady Lay
Mississippi (del álbum «Love and Theft»)
Series of Dreams (del álbum «The Bootleg Series»)
Love Sick (del álbum «Time out of Mind»)
Dignity (outake del álbum «Oh Mercy»)
Este capítulo de TAN LEJOS TAN CERCA se transmite en vivo este Lunes 17 de Septiembre de 2012, de 9 a 11 am (14 a 16 GMT) por la Radio Pública de Quito, en 102,9 FM. AQUÍ se puede escuchar este programa en vivo, en diferido y todos los programas anteriores.