23 DE NOVIEMBRE: SOSA

Conocí a Omar Sosa en algún momento de 1995. Él había llegado a radicarse en el Ecuador, desde Cuba, precedido de una modesta fama como director musical del grupo de Xiomara Laugart, una joven cantante –pasable tirando a buena– de La Habana. Había empezado a tocar marimba y percusión desde niño, en su ciudad natal de Camagüey, y se había perfeccionado en el piano y en composición en el famoso Instituto Superior de Arte de La Habana. Su llegada al Ecuador se daba gracias a quien fuera su esposa, Shirma Guayasamín, hija del famoso pintor.

Omar Sosa es este ser místico, pulcramente vestido de blanco en toda ocasión, adorador de los dioses Orishas y fiel practicante de la religión afrocubana. Había ciertos días en que, por demandas de su religión, no podía pronunciar palabra, y permanecía sumido en sus propios pensamientos por muchas horas. Su bondad, su generosidad, lo recuerdo bien, era también providencial. Al frente del piano, sin embargo, se convertía en otra persona. Atacaba las teclas con brutal furia, con una personalidad que yo nunca había visto antes. En ese entonces Sosa tocaba un montuno muy sofisticado, había llegado a dominar las artes de la música de sus ancestros y de sus dioses. Al poco tiempo, Sosa abandonó el parco Ecuador de los noventas para buscar la gloria en San Francisco, California. Allí empezó, realmente la leyenda.

Inmediatamente luego de su arribo al “imperio”, Sosa empezó a ser apreciado. En su sonido ya no estaba solamente el montuno; además había incorporado con toda naturalidad la experiencia afro-esmeraldeña, adoptada en su paso por este país, y también los sonidos más callejeros de la ciudad norteamericana: el Rap y el Hip-Hop. Si a esto se suma la gran cultura musical del pianista, empapada por sonidos modernos –Satie, Bartok– y del jazz contemporáneo –Oscar Peterson, Herbie Hancock, principalmente– el resultado de tal combinación resultó explosivo.

Omar Sosa –quién luego se mudó a Barcelona y luego a París– posee, entonces, una forma y una cualidad inconfundibles. El “sonido Sosa” puede ser agresivo y poderoso, y también de una infinita ternura y calma. Su discografía es prolífica: más de 15 álbumes como líder, y varios más en colaboraciones. Es, además, un tipo que trabaja duro: no menos de 100 conciertos al año –en los más prestigiosos lugares del mundo– y varios proyectos musicales al mismo tiempo. Sosa es el gran músico cubano de estos tiempos; heredero auténtico de ciclones como Chucho Valdés, Emiliano Salvador, Frank Emilio Flynn y Gonzalo Rubalcaba. Su obra, vale, este programa especial que hago hoy, y, claro, mucho más. Esto es lo que voy a presentar del místico pianista cubano:

Mis tres notas
No Trance, con Paolo Fresu
Muevete in D, con John Santos
Métisse
Under African Skies, con Paolo Fresu
Dance of Reflection
Alma
Esperanza
Shirma
Eleggua
Cha-Amarillo
Mother Africa
Luz en el cielo, con Jacques Morelenbaum y la Banda NDR
Danzón de tus ojos, con Jacques Morelenbaum y la Banda NDR
Tienes un solo
El Consenso
Prietos

Este capítulo de TAN LEJOS TAN CERCA se emite este Viernes 23 de Noviembre, de 9 a 11 am (14 a 16 GMT) por la Radio Pública de Quito. Se puede escuchar el programa, en vivo, vía Live Streaming AQUÍ. Y AQUÍ se puede escuchar el programa en diferido, y todos los programas anteriores.

Escuche aquí: Sosa

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