La inquieta y diminuta figura de Holly Hunter asistiendo al llamado de lo salvaje, subiendo con desesperación la montaña maori, mientras dos docenas de indigenas cargan su posesión más preciada, el objeto de su anhelo: el piano. Así recuerdo la película de Jane Campion, cuyos solos de piano interpretados y escritos por Michael Nyman eran meditados y extremadamente bellos. Corte, drástico, a las imagenes todavía abrumadoras de un pianista obsesivo, que no podía tocar su complemento si no era en su vieja silla de madera, a la que llevaba por todas partes. La silla le quedaba demasiado pequeña. La imagen de Glenn Gould tocando, a su propia manera, las «Goldberg Variations» de Bach, hundido en su silla, con sus codos flexionados más arriba de lo normal, sintiendo cada nota como si fuera la última, dejando el alma en cada una. Esas imagenes vienen, así, de improviso, a mi cabeza. Las dos tienen relación con el piano.
Un hombre y un piano. La anécdota cuenta que el pianista Keith Jarrett probó, durante dos días, seis pianos diferentes antes de su concierto en el Teatro Colón de Buenos Aires. Cinco descartó. De uno se enamoró. Se cuenta que la tarde anterior al concierto, Jarrett estuvo en el teatro tocando sin cesar su nuevo piano preferido. Horas de intensa exploración. Los organizadores tuvieron que interrumpir a Jarrett. Había que dejar entrar al público. Cuando Jarrett entró a escena, la sala estaba repleta. Uno de los más grandes pianistas que la música ha conocido entraba al escenario magnánimo de América Latina. Empezó a tocar. En su rostro había desconcierto. El piano no sonaba más. Empezó a reclamarle. «Come On! (¡Vamos!)» gritaba mientras improvisaba, «Talk to Me! (¡Háblame!)» le imploraba. No hubo forma. Pocos minutos después suspendió su interpretación. El público estaba tenso. Jarrett fue al camerino. Los organizadores le rogaban. Tardó veinte minutos en volver a salir. Cuando volvió a tocar, el sonido de su piano había regresado. Jarrett empezó a delirar mientras le arrancaba al piano las notas que jamás se habían escuchado antes. Tres horas y ya el delirio era colectivo. Un hombre y un piano pueden cambiar al mundo.
En este programa de radio voy a presentar unas pocas piezas de piano solo. Pertenecen a varias tradiciones y experiencias. Son muy diferentes unas de otras. En todas, sin embargo, hay una inexplicable comunión, un sentido de máximo contacto entre un hombre y un piano.
Antonio Carlos Jobim, Imagina
Ignacio Cervantes (Ernan Lopez, piano), Soledad
Luis Humberto Salgado (Guillermo Meza, piano), San Juanito futurista
Sixto María Durán (Marcelo Ortiz, piano), Souvenir
Ernan López Nussa, Momo
Egberto Gismonti, Frevo
Adrián Iaies, Cuando ya me empiece a quedar solo
Michel Camilo, Caribe
Chick Corea, La fiesta
Herbie Hancock, Blueberry Rhyme
Philip Glass, Methamorphosis (Parte 4)
Gonzales, Gentle Threat
John Medeski, A Different Time
Keith Jarrett, Río, Parte 5
Eddie Palmieri, Variations of a Given Theme
Este capítulo de TAN LEJOS TAN CERCA se emite en vivo este MARTES 12 DE NOVIEMBRE, de 12:30 a 14:00 (hora de Ecuador); 17:30 a 19:00 (GMT); por Distrito FM 102.9 y en este mismo sitio web se puede escuchar en vivo, diferido, a cualquier hora después de su primera emisión, así como todos los programas anteriores. Imagen: Keith Jarrett.