Con la participación de Paúl Narváez
Escuche aquí: Capítulo 39: El Águila Quiteña
Grandes desfalcos y millonarios robos ha visto el Ecuador contemporáneo. El robo del Terminal Terrestre en Guayaquil, cuando empezaba la democracia; la sucretización de la deuda, obra y gracia de Palo Seco, que hizo millonarios a algunos de sus amigos. El sobreprecio de la vía perimetral, en el Febresborjismo. El Gordo Torbay, que le dio una cara visible al “hombre del maletín”. Los Bucaram llevándose dinero en grandes bolsas de plástico. Y el más grande de todos, el atraco bancario de principios de siglo. Y la cuenta no para. Los últimos han estado, ya lo vemos, repletos de Al Capones criollos, algunos de los cuales han ostentado las más altas dignidades.
¿Es la tendencia al robo un rasgo cultural de los ecuatorianos? Todos se roban. Los autos, las casas, los teléfonos. Roban las tesis para sacar títulos. Secuestran para extorsionar por dinero. Roban la música para ponerla en series televisivas que cuestan cientos de miles de dólares. Doble robo. ¿Alguno de los que me escucha en estos momentos no ha sido asaltado con arma blanca en alguna calle de la ciudad?
La vida está sometida no solo a los grandes ladrones de la cosa pública, esos que tienen la plata en los paraísos fiscales, esos que cobraron coimas por 13 millones, por lo menos. Está sometida también a los que roban dentro de los límites de sus negocios: la gran cadena de supermercados que especula y que favorece a sus propios productos, el gran y desfachatado empresario que elude los impuestos, el banco que cobra por imprimir el recibo del cajero. Está también sometida a los pequeños estruchantes: el tendero que cobra 5 centavos más de lo debido por cada ítem, el taxista que no prende el taxímetro, el funcionario que llega a su curul a no hacer nada. Todos se roban aquí –no en vano el film más influyente de nuestra historia se llama “Ratas, ratones, rateros”.
Tal es el grado de corruptela, que cuando, hace poco tiempo, vi un film sobre el famoso carterista de la década de los treintas y cuarentas del siglo pasado, El Águila Quiteña, una sonrisa de simpatía se ha dibujado en mi espeluznado rostro. El film se llama “El reloj de Velasco Ibarra”, y cuenta con inteligencia la historia de este personaje que le pertenece ya a la leyenda de Quito. Caco de manos de seda, El Águila Quiteña operaba desde su condición de pobreza. Sus oficinas estaban ubicadas allí donde la aglomeración popular se daba cita, sobre todo en los atestados buses, también conocidos en su época como “paperos”. Él no usaba arma blanca. Usaba el instinto y la motricidad fina. Decía que era carpintero, pero en realidad era el arquitecto del pequeño engaño, de la suspicacia y del melindre embustero. Se dice, incluso, que luego de perpetrar una acción de carterismo, se bajaba del bus, tomaba los pocos sucres de la billetera, alcanzaba nuevamente al transporte, y depositaba la cartera en el mismo bolsillo del que la había tomado. Un ratero de buen corazón. Un pillo buena gente. Incluso, ergo el título del film, se cuenta que en cierta ocasión, se sustrajo –aprovechando la turbamulta– el reloj de quien ostentaba la primera magistratura de la nación: el doctor José María Velasco Ibarra. Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón.
“El reloj de Velasco Ibarra” es una pequeña joya del cine ecuatoriano. Cuenta la historia del Águila a través de testimonios de parientes y allegados, todos en off, mientras vemos extraordinarias imágenes, nunca antes vistas, del archivo de la época. Su director, Paúl Narváez, comprende a la perfección la importancia del acervo visual, y es generoso al mostrarnos con amplitud las cosas de Quito de mediados del siglo veinte, que se combinan con otras –grabadas en la actualidad– y que resultan igualmente intrigantes. El film se estrena estos días, y habrán muy pocas oportunidades de verlo. He invitado a Paúl Narváez para que nos cuente más de su film, y del Águila Quiteña, entrañable estruchante de otros tiempos. No como los de ahora, que lo que dan es asco.
También voy a presentar algunas excelentes canciones de muchas partes, casi todas sobre pequeños y grandes robos.
- Pillo buena gente – Roy Brown con Andy Montañez
- Pedro Navaja (versión alternativa) – Willie Colón & Rubén Baldes
- Juanito Alimaña – Héctor Lavoe
- Mantha Raya – Mauricio Proaño (de la banda sonora de «El reloj de Velasco Ibarra)
- Thief in the Night – The Rolling Stones
- In the Ghetto . Nick Cave and The Bad Seeds
- Bonnie and Clyde – Serge Gainsbourg
- Todos se roban – Carlos Varela
- Daylight Robbery – Shawn Lee’s Ping Pong Orchestra
- La cartera – Larry Harlow
Este capítulo de TAN LEJOS TAN CERCA se emitirá el martes 12 de septiembre de 2017, desde las 18:30 hasta las 19:50 (GMT-5). Aquí se puede escuchar el programa en vivo desde este sitio web. Aquí se puede escuchar el programa en cualquier momento después de su emisión viva, y todos los programas anteriores. Foto: tomada del diario «The Independent», RU.