Capítulo 131: Homo politicus

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El colapso del sistema político en el país se ha expresado con gran fuerza en el proceso de elecciones seccionales que culminará el 24 de marzo. Los síntomas son: el grueso de los electores no tienen, a pocos días del evento, una decisión sobre su voto; peor: no parece importarles el tema y votarán solo porque es obligatorio. Existen cerca de ochenta mil candidatos de variadas especies: reciclados de la gran noche neo-liberal, vueltos a nacer de la época de las mentes ardientes y las uñas largas, oportunistas que tratan de pescar ante la confusión general, desconocidos de toda índole y personajes públicos –desde maratonistas hasta rubias de cabaret. Casi ninguno parece contar con un plan sólido y estructurado; resulta la excepción escuchar a alguno que tenga algo que plantear.

La debacle arrancó mucho antes. La componenda, la troncha, el servilismo, el camisetazo, el hombre del maletín, la mano negra y sus pálidos reflejos, la falta de quórum, el fraude electoral, la pugna de poderes, la corruptela y el negociado han sido partes constitutivas de la política nacional, desde que la memoria existe. El servicio público ha sido usado por los jerarcas ecuatorianos para su beneficio, no para el servicio. Tales condiciones crearon coloridos protagonistas que llenaron de vergüenza al Ecuador, empezando por el conductor conducido y siguiendo con una larga lista entre los que constan el palo seco, el loco que ama, el gallo hervido, el insolente recadero de la oligarquía, luego conocido como el dueño del país, el hombre más rico del país, el nariz de tiza de sastre, el piña con lentes, la rectificadora, los hermanos caradura y solo han faltado el Tripaseca y el Quajinais. El país, con llagas profundas, se sometió a este estado de cosas –en medio de la miseria y del agua hasta la cintura– hasta que llegó el redentor, el hombre que respiraba debajo del agua, para proclamar una revolución a la que mayorías nunca antes vistas se plegaban.

La década ganada desbarató el tinglado político e instauró otro, acaso peor: el del pensamiento único, el del poder absoluto, el del poder brutal. Los partidos políticos desaparecieron. La posibilidad de debates políticos, de la conversación sobre temas cruciales fue desperdiciada. La vida se dividía entre propios y extraños, entre blanco y negro. Al redentor le importó, siempre, que la discusión sea alrededor suyo y no paró de descalificar a cualquiera que tenga alguna idea diferente de la suya. Esas no eran las condiciones aptas para la democracia, y los diez años terminaron repitiendo todos los vicios de la accidentada política anterior.

Hoy, sin movimientos ni partidos representativos de la sociedad ecuatoriana, la política se desenvuelve en un limbo de absoluta mediocridad y pobreza total de ideas. La discusión, en los raros momentos en que esta existe, se ha vuelto particularmente liberal. Ultra liberal digamos. Nadie está pensando en la deuda social. Nadie está pensando en cómo diablos hacer para sacar a tanta gente de la pobreza. Nadie parece darse cuenta que el Ecuador es un país compuesto de enormes grupos de damnificados de sí mismos, de su propia política.

Es que nuestros representantes políticos son eso: nuestros representantes. Son fiel copia de lo que somos o queremos ser. No es que está “lo peor del Ecuador” en la política. Está lo que somos. Aquí, donde se pega al guagua y donde se vive un patriarcado machista, naturalmente tendremos asambleístas que se declaran sumisas y otros que exhiben su pistola al menor desencuentro con su colega. Aquí donde todos nos robamos todo, desde las ideas hasta el celular, naturalmente encontraremos grandes casos de corrupción en donde sea. Aquí, donde el desempleo campea y la desesperación cunde, naturalmente tendremos ochenta mil candidatos, cada uno, secretamente, con el ánimo de garantizarse un puesto.

Compleja la situación pero ¿qué no es complejo en la vida? El Ecuador ha sobrevivido a 189 años de malos gobiernos, y a veces la política es una supra-realidad que, como lo vemos, no causa el menor interés por parte de los involucrados, es decir los votantes. Este desinterés se muestra, particularmente, en los jóvenes, algunos de los cuales prefieren ya no las luchas partidistas, sino otro tipo de activismos (el feminista, por ejemplo, sin duda el más importante de nuestro tiempo). Otros, la mayoría, están simplemente interesados en otras cosas y en estos mismos momentos no se si eso es para bien o para mal.

Lo que hay, en este momento, es una profunda decepción por esta política sosa, vergonzante, llena de aire y tan vacía de ideas. Es así como, para estar acorde con el sentir ciudadano, voy a presentar una serie de canciones sobre diferentes características que el político promedio presenta o representa. Destacan canciones de títulos como “El imbécil”, “Bestia”, “Gente asquerosa”, “Historia de un hombre malo”, entre otras perlas.

Parte 1: Salvajismo del sur

  • Todo un palo – Patricio Rey y los Redonditos de Ricota
  • Bestia – Los Tres
  • Señor Cobranza – Bersuit Vergarabat
  • El imbécil – León Gieco
  • Nasty People – Spinetta y Los Socios del Desierto

Parte 2: Escepticismo anglo

  • Politician – Cream
  • The Barry Williams Show – Peter Gabriel
  • Poor Little Rich Boy – Regina Specktor
  • A Most Disgusting Song – Sixto Rodríguez
  • Broken Bones – Roger Waters

Parte 3: Dictaduras tropicales

  • El banquete de los Sánchez – Roy Brown
  • Comentario de un obrero / Mis amigos se van al restaurant – Pedro Luis Ferrer
  • Nos barracos da cidade – Gilberto Gil
  • Quem te viu, quem te ve – Chico Buarque
  • Historia de un homem mau – Roberto Carlos
  • Maltratar, nao e direito – María Rita

Parte 4: Déjenme reír, para no llorar

  • Don Lengua – Ray Barretto
  • Mala vida – Yuri Buenaventura
  • Buscando el poder – Willie Colón
  • ‘Tas caliente – Rubén Blades y Seis del Solar
  • País portátil – Rubén Blades

 

Este capítulo de Tan lejos tan cerca se emite desde Radio Pichincha Universal, 95.3 FM en Quito, el sábado 16  de marzo de 2019, de 10 a 12 del día.

En este sitio web se puede escuchar, a partir de ese momento, siempre.

Imagen: “Duelo a garrotazos” – Francisco de Goya